Actualidad

Agua para poblar

Viernes, 15 de marzo de 2019

-Por José María Fresneda, Secretario General de ASAJA CLM.

No son pocas las instituciones y entidades que advierten de las graves consecuencias de la crisis demográfica. Alrededor de 1.800 enclaves de Soria, Teruel, Cuenca o Guadalajara están en un proceso de pérdida de población irreversible, por citar algunas de las provincias más afectadas.

Y tampoco son pocas las propuestas que se presentan para luchar contra este desafío. De hecho, recientemente, el Parlamento Europeo ha aprobado que la despoblación se convierta en un criterio prioritario a la hora de repartir los fondos de cohesión del periodo 2021-2027, aunque el reto demográfico lleva años en la agenda de actualidad de las instituciones comunitarias.

Entre los planteamientos de los expertos más escuchados, se encuentran invertir en infraestructuras y telecomunicaciones, servicios públicos, apoyo a las mujeres y jóvenes o reducciones fiscales para las empresas y personas que se instalen o vivan en el medio rural.

Hasta aquí, todo correcto. Pero hemos realizado un experimento que nos demuestra que la pérdida de población y el envejecimiento del mismo se produce allí donde escasea el recurso que más riqueza genera: el agua.

Concretamente, hemos cogido un mapa de España con los datos de densidad demográfica y hemos superpuesto otro con la superficie de regadío en el país. Y el resultado no puede ser más revelador: las zonas de secano “rabioso” coinciden exactamente con los municipios en riesgo de despoblación. Mientras que alrededor de los regadíos de España se encuentran los mayores porcentajes de concentración de ciudadanos, ya sean los regadíos de aguas superficiales, los de aguas subterráneas o los de otras procedencias, como las explotaciones regadas con agua de trasvase.

Como organización agraria, desde ASAJA de Castilla-La Mancha, a corto plazo, podemos pelear por las ayudas de la PAC, la plaga de conejos o preocuparnos de cómo se vende el vino cuando se dispara la producción. Pero si no atendemos los riesgos del futuro, probablemente, no a mucho tardar, dejaremos de luchar por las causas de los productores para hacerlo por la supervivencia de los propios agricultores, “una raza en peligro de extinción” alojada en las zonas rurales más olvidadas.

Así que, si el agua atrae a la riqueza y a la población, hay que trabajar porque Cuenca y Guadalajara, así como el resto de España, cuenten con las mismas oportunidades hídricas en el territorio nacional. De la misma manera que se invierte en carreteras, trenes de alta velocidad o telecomunicaciones, España debe estar comunicado por una gran red de tuberías y de almacenamiento que lleve agua de donde excede a donde escasea y guarde las precipitaciones de invierno para las sequías de verano.

Dicho esto, y si de verdad se quiere atajar el problema, como en casi todo, hay que ir más allá de anunciar posiciones comunes, estrategias o planes de acción, pues, si las propuestas no vienen avaladas por unas órdenes, unos decretos o unas leyes que obliguen al desarrollo de las medidas y a su cumplimiento, estamos de nuevo en el discurso estéril o la simple retórica.

Desde luego, en general, una región como Castilla-La Mancha, con un déficit superior al 13% en materia hídrica respecto a la media nacional, se merece mucha más atención que la que ha tenido hasta ahora.

Y, en particular, los agricultores de la región, se merecen competir en igualdad de condiciones que sus vecinos que sí tienen agua.

Desde ASAJA CLM, queremos inversión urgente en infraestructuras hidráulicas, como la red de tuberías y embalses citadas con anterioridad. Pero, además, queremos que los agricultores puedan regar, por lo que seguiremos planteando soluciones específicas, como que se resuelvan expedientes de pozos que llevan más de una década pendientes de resolver y, por supuesto, seguiremos exigiendo a los que gobiernan y a los que gobernarán, que vayan más allá de las promesas incumplidas.

Y por terminar, si reforzamos la vida y el trabajo de los agricultores y ganaderos, que son los verdaderos habitantes de los pueblos, no solo fijaremos la población y generaremos empleo en las zonas rurales, sino que además les daremos la oportunidad de conseguir la misma riqueza que se generan en aquellas zonas donde llega el agua.


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